El mensaje del presidente Luis Abinader a la nación del domingo pasado es, sin duda, una bofetada a la inteligencia del pueblo dominicano. Hablar de esperanza, de oportunidades y prometer que la pobreza será reducida al 15% y la pobreza extrema al 1%, sin presentar un plan concreto ni una ruta clara para lograrlo, no es más que un insulto. Es jugar con los sueños y las necesidades más apremiantes de nuestra gente.
¿Cómo puede hablarnos de un futuro promisorio cuando los cimientos económicos del país están en ruinas? Vivimos bajo un modelo económico que no solo es inconstitucional, sino también insostenible: uno que enriquece a unos pocos mientras explota a las mayorías.
Sectores como el turismo y las zonas francas, ensalzados por el presidente, perpetúan la pobreza. Sus bajos sueldos condenan a miles de trabajadores a la miseria, mientras que los beneficios fiscales y el capital que generan son expatriados, dejando a nuestra tierra sin recursos para construir un futuro digno.
Es fundamental entender cómo se clasifican los estratos sociales en este país, porque detrás de cada categoría hay historias de lucha, frustración y esperanza truncada.