POR FELIX REYES
Hoy, cuando nos encontramos a menos de una semana de las elecciones, parece existir consenso de que la competencia está sumamente cerrada, hasta el punto de que la predicción de sus resultados es similar a lanzar una moneda al aire: cara o cruz, Kamala o Trump.
Por esta razón, muchos analistas políticos aseveran que, a esta “altura” de la competencia, la mayor parte del electorado ya ha decidido por quién va a votar, por lo que entienden que no es pertinente dedicar tiempo y recursos para tratar de persuadir a potenciales votantes y que, por consiguiente, es más efectivo concentrarse en movilizar a los electores que ya están definidos a favor.
Sin embargo, precisamente por el hecho de lo cerrado de esta competencia, un muy pequeño porcentaje puede decidir quién resulta victorioso. Por ello, diferente a esos analistas, quienes dirigen las campañas electorales entienden que, hasta el día anterior a las elecciones, son necesarias acciones orientadas a la persuasión.
Es cierto que la movilización de quienes ya apoyan una determinada candidatura es crucial, pues es lo que permite que el apoyo expresado se traduzca efectivamente en el voto. Sin embargo, no es conveniente contraponerla a la persuasión, disminuyendo su importancia, ya que no es posible movilizar si no existe un alto nivel de entusiasmo, que se refuerza persuadiendo sobre la importancia del ejercicio del voto.
En ese tenor, es relevante distinguir entre el votante indeciso y el votante irregular, ya que el contenido de la publicidad electoral (propaganda) debe ser diferente en uno u otro caso.
El votante indeciso es regularmente aquel que está registrado como independiente, por el hecho de que no se adscribe en términos ideológicos a uno u otro partido. Por ello, es el votante que inclina la balanza en una u otra dirección, decidiendo quién será el nuevo presidente.
Para arribar a una decisión, el votante indeciso pondera diferentes elementos o atributos, tanto positivos como negativos, de cada candidato, pues la decisión pocas veces es efecto de una sola causa.
Es decir, una persona regularmente pondera elementos que comparte y disiente en un mismo candidato. Por ejemplo, una misma persona puede estar de acuerdo con el candidato Donald Trump en el manejo del tema migratorio y con Kamala Harris en la defensa de los derechos reproductivos de la mujer y la defensa de la democracia. La decisión será el resultado de cuáles elementos tengan más peso en función de sus intereses y su escala de valores.
Por otro lado, el votante irregular es aquel en algunos casos poco informado, aquel que normalmente no se interesa en votar, por lo que para motivarlo se debe apelar a la presión social “peer pressure” y/o a emociones, tales como el temor, el resentimiento, el amor propio, etc..
La presión social (peer pressure) como motivación para el votante irregular se realiza principalmente mediante la identificación del apoyo de personalidades destacadas en diferentes ámbitos (artísticos, deportivos, etc.). Por ello, es un elemento motivador del voto favorable a Kamala Harris el apoyo recibido de numerosas personalidades destacadas del entretenimiento, tales como Taylor Swift, Bruce Springsteen, Beyoncé, Bad Bunny, Leonardo DiCaprio, Marc Anthony, Stephen Curry, entre muchos otros.
Por su lado, para despertar emociones como el temor, el resentimiento y de amor propio como rechazo a ofensas recibidas juega un rol importante la contra-propaganda, que consiste en resaltar acciones y cualidades negativas del adversario, para despertar sentimientos de rechazo hacia él.
La campaña del candidato republicano se ha basado principalmente en contra-propaganda, sobre todo en relación al tema migratorio, llevando el miedo a esos votantes irregulares para motivar su voto. Para ello, se ha valido de numerosas técnicas de manipulación y desinformación, contando en ocasiones con la ayuda de aliados como el gobierno ruso, del cual los servicios de inteligencia norteamericanos han desvelado esfuerzos dirigidos a influir en las elecciones.
Ahora bien, la contra-propaganda no siempre tiene como destino al votante irregular poco informado, pues la campaña demócrata también ha utilizado técnicas de contra-propaganda, resaltando el peligro que significa Trump para la democracia de este país.
Todavía no se tiene certeza de en qué medida esta línea contra-propagandística del Partido Demócrata ha sido efectiva en persuadir a una parte pequeña pero significativa de votantes independientes y otros que se identifican como republicanos, pero que ven el peligro que representa Donald Trump a la tradición democrática de Estados Unidos.
La contra-propaganda basada en el peligro que representa Donald Trump para la democracia norteamericana fundamenta su credibilidad en acciones y declaraciones del propio candidato republicano y en el hecho de que se cuentan por centenares las personalidades destacadas de ese partido, incluyendo muchos que sirvieron en su administración, que han indicado que no votarían por él.
Entre esas personalidades se destacan su propio vicepresidente Mike Pence; su jefe de gabinete John Kelly; su Secretario de Defensa, Jim Mattis. Además, Larry Hogan, actual gobernador del estado de Maryland y candidato a senador; Mitt Romney, excandidato presidencial; George Bush, Ex presidente; Chris Christie, ex gobernador de New Jersey. Sin contar muchos que han declarado su apoyo a Kamala Harris, tales como Liz Cheney y Jeff Flake, ex senador de Arizona, entre muchos otros.
Finalmente, un elemento de gran valor favorable a la campaña demócrata lo acaba de aportar el comediante que insultó al pueblo puertorriqueño en la concentración del Partido Republicano, en el Madison Square Garden.
Algunos analistas han señalado que este podría convertirse en el factor decisivo, “la sorpresa de octubre”, para el triunfo de Kamala Harris, dado el hecho de que apela a la dignidad y al amor propio de un importante grupo demográfico que, como el puertorriqueño, puede inclinar el triunfo en estados como Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia, donde existe una numerosa comunidad boricua indignada con este hecho, de la cual probablemente una parte de ella no estaba motivada para votar, pero que ahora sí lo está.
No creo sea difícil adivinar contra quién piensa votar la indignada comunidad puertorriqueña.