El cierre de «La Cafetera»

La clausura de “La Cafetera”, emblemático lugar, es otro episodio del tiempo ido, irrecuperable. Esa manera tan nuestra de olvido rápido y sustitución mediocre, de no saber ni querer preservar.

Ubicado en la calle El Conde, vía que fue orgullo para capitaleños de otra época y azoro para la muchachada provinciana que iniciaba la andadura universitaria y descubría, sin el resguardo de los mayores, que la calle era más que “La Margarita” o “La Parisién”, con esos escaparates que René del Risco convirtió en poesía. Símbolos, zaguanes, asombro con cada personaje que usaba sus esquinas como tribuna, también como pedestal para su desolación después de tantas derrotas.

“La Cafetera” con su aroma, el peculiar sonido de tazas y platos que a veces interrumpían necesarios silencios, testigo de resabios, de tertulias y conspiraciones, encuentros y desencuentros. Rincón para la melancolía republicana, saudade de esos rojos eruditos que llegaron para quedarse, fue languideciendo como la calle donde estuvo y hoy es una especie de corte de los milagros.

Ahora los mercaderes ofrecen objetos y cuerpos, indiferentes a la historia que los rodea, ajenos a los inmuebles que sirven como mingitorios y acogen otras urgencias, esas joyas de la arquitectura que fenecen sin dolientes. El entorno amerita parafrasear “En ruinas” de Salomé Ureña, para rememorar “el pasado esplendor”.

By Bimary De jesus

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