Santo Domingo.-La polarización constituye una de las tres estrategias activas fundamentales, que junto al populismo y la posverdad, proveen fortaleza a los regímenes autocráticos, así como a los neoliberales en detrimento de la libertad y la democracia plena.
¿Hacia dónde nos lleva el ejercicio de la política en base a la identidad?, como si se tratase de fans deportivos y asumida la lucha por el poder en función de los buenos vs los malos, en una carrera que exacerba los odios, “extremando las diferencias con sus adversarios”, desbordando el ámbito político y, en muchas ocasiones, situándose en lo personal. Sometiendo al ser humano a un universo sin matices ni colores, sin ángulos intermedios, guiados por una creencia absolutista. “Blanco o negro”
En esencia la posverdad que basada en la práctica nihilista procura ignorarlo todo, nada sirve, el mundo gris, teniendo como símbolo el antagonismo per se; nos impide asumir el consenso como herramienta para el progreso, y nos arrastra a un estancamiento del desarrollo en término económico, político, social, y fundamentalmente, cultural y espiritual.
Y aunque, el genio de Aristóteles ponderaba que frente a la mentira el “sabio duda y reflexiona», la posverdad va más allá del disfraz, distorsionando deliberadamente la realidad constituyéndose en un formidable instrumento de manipulación mediática. El mundo termina segregandose desde el nivel más simple hasta el más complejo.